Soy un chico de media altura, ni robusto ni débil. Tengo los cabellos castaños y rizados ya que mi padre también los tenía así. Mi cara es ancha, con las mejillas chupadas y huesudas. Se podría decir que mi cara aparenta menos años de los que tengo, irradia felicidad y simpatía. Dicen que cuando duermo mi cara tiene un aspecto tranquilo y un poquito salvaje.
Soy más pálido que moreno, ya que siempre estoy encerrado en mi tienda, sin ver la luz del sol de Córdoba y sin poder recibir el aire fresco de invierno. Tengo poca frente, con un par de arrugas, ya se me empiezan a notar el paso de los años. Tengo las cejas arqueadas y gruesas castañas como mi pelo. Los ojos son una mezcla de azulados, verdosos y grises y tienen un carácter fugitivo, intenso. La nariz es grande y amplia. Las orejas son grandes y salidas para fuera. Tengo la boca pequeña y fina. Los labios gruesos y herméticos. Los dientes alineados y blancos.
Las manos blancas y delicadas porque no han hecho trabajos físicos. Las piernas robustas porque me paso todo el día arriba y abajo pero terminadas en unos pies pequeños y de buen calzar.